Recordemos qué significa ser voluntarios con aquello que dice Alicia Fuertes: “ ser voluntarios es entrar en la calle, en la casa, en el hospital, en la cárcel, en la hospedería, en el pueblo y en la aldea donde haya un ser que sufre, ser voluntarios es entrar con el corazón en el corazón del que lo pasa mal”.
Así la fortaleza es el don que nos da la capacidad de profesar la fe en medio de las contradicciones y los peligros. Es el don que perfecciona la virtud de la esperanza.Cuando la esperanza toca su límite, toca el miedo, el peligro de muerte, el dolor, allí la esperanza toma esta forma heroica de la fortaleza. Es importante recordar que la fortaleza no está en nosotros. Ojalá que en nuestro trabajo en Manos Abiertas y en nuestra vida, no nos sintamos “un barco fuerte” porque ese día habremos empezado a fracasar.Ojalá siempre tengamos la experiencia onda y dolorosa de la fragilidad.La fragilidad personal, la de nuestros medios, la de los demás, la institucional... A medida que va creciendo una obra, decimos que tiende a fortalecerse, y es cierto, pero que siempre se fortalezca sabiéndose frágil: porque frágiles son los corazones que la forman.
La fragilidad y la grandeza, de nuestras obras, la dan los corazones que están dentro.¿Cuál es el vicio contrario a la fortaleza? El “respeto humano”.Esa cierta cobardía, fruto del amor a sí mismo o del amor a la propia comodidad que nos impulsa a evitar las pruebas, las humillaciones, los sufrimientos y las dificultades.Aquí está el tema de la fuerza del Espíritu en nuestra fragilidad, en nuestro miedo a no poder nada. Es sumamente importante comprender cómo Dios se hace presente con su gracia cada vez que sentimos la tentación de no seguir adelante en el camino. Jesús se lo aseguró a Pablo: “te basta mi Gracia”, porque la fuerza se muestra perfecta en la debilidad.
P. Ángel Rossi S.J.